Relaciones carnales:
En su segundo
largometraje titulado “A la guerra por amor” (“In guerra per amore”, 2016), el
conductor televisivo italiano; oriundo de Palermo, más conocido con el apodo de PIF
(Pierfrancesco Diliberto) y que ha devenido, con el tiempo, en director de cine
siguiendo las huellas de su padre (el documentalista Maurizio Diliberto); vuelve
a retomar las temáticas que le interesan y conoce por su origen siciliano y que ya abordara en su ópera prima (“La mafia
uccide solo d´ estate” , 2013) como ser: la historia de la mafia y las
dificultades para conquistar el amor de una mujer, pero esta vez situándolas en
el contexto de la segunda guerra mundial.
La película está
dedicada al reconocido director italiano Ettore Scola, en una suerte de
homenaje y a la vez, intención del director de situarse en la tradición del
género conocido como “Commedia all´
italiana”, del cual Scola fue uno de sus representantes. La comedia all´
italiana se desarrolló en la posguerra italiana desde los años 50 hasta la
década de los ochenta y se caracterizó por emplear el humor como recurso sea
para denunciar cuestiones político-sociales, como para cuestionar la moral de
las “buenas costumbres” de la sociedad italiana de su época.
A la guerra por
amor es una película que hibrida el género de la comedia romántica, el bélico,
el histórico-político y el dramático donde efectivamente el humor es el recurso
empleado por el director para parodiar estos géneros tan transitados por
el monopolio de cine hollywoodense, y así cuestionar la política exterior
estadounidense y a la vez ponerlas en
tensión con idiosincrasia de la sociedad italiana.
El prólogo, con
música de marcha militar, sitúa a un narrador en voz en off en primera persona,
que de tanto en tanto intervendrá aportando información de los acontecimientos
en desarrollo y que coincide con el protagonista principal del film, quien va a
ser develado lentamente por la cámara mediante un paneo de abajo hacia arriba.
Se trata de un soldado raso que anuncia
que va a entrevistarse con alguien importante, y que el contraplano del edificio de la Casa
Blanca, nos revela como el Presidente de los Estados Unidos, para traerle una
historia entre América y Sicilia ocurrida en el contexto de la 2da Guerra
Mundial. La acción se sitúa más precisamente en el año 1943 cuando, bajo el
gobierno del presidente Roosevelt, EEUU decida entrar en la guerra junto al
bando de los Aliados para liberar a los pueblos de Europa de la tiranía del
nazismo y del fascismo y traerles “prosperidad, democracia e igualdad”.
La película
cuenta con tres tramas principales que se irán entrelazando. La trama
romántica, con una lógica más superficial, opera como puntapié y motor a partir
del cual se desarrollarán las otras dos: la dramático social y la bélico-política,
que expresan la razón más profunda del film.
El protagonista
en cuestión, es Arturo Giammaresi (PIF), un inmigrante siciliano que vive en
Nueva York, sin muchas dotes de inteligencia y más bien torpe, que se gana la
vida como asistente en la cocina de un fino restaurant y que está enamorado de
Flora, la sobrina del dueño del restaurant en el que trabaja. Pero Flora está
prometida con Carmelo, el hijo de la mano derecha del capo mafia Lucky Luciano.
La única manera entonces para anular ese compromiso, será que Arturo viaje al
pueblo de Crisafullo en Sicilia a pedirle su mano al padre de ella. Pero está
la complicación de que allí se está desarrollando nada menos que la Segunda
guerra mundial, y además Arturo, no está precisamente en buena condición
económica como costearse un viaje a su tierra natal. En este punto es
inteligente el recurso empleado mediante el cual Arturo se aliste en el
ejército a partir del equívoco homofónico de la mala pronunciación en inglés de
Arturo de la palabra “Water” (Agua), que resonará para un oficial aliado que lo
escuche circunstancialmente en un bar como “War” (Guerra). Se marca así además
la dificultad el inmigrante para insertarse en América, no sólo por sus pocos
recursos de instrucción sino también con la dificultad de aprender un nuevo
idioma. Que Arturo no pueda apropiarse totalmente del inglés, da cuenta que en
tanto inmigrante no termina de poder adaptarse e integrarse completamente a la
nueva tierra. De la mano de Arturo, partiendo a la guerra por amor a Flora,
tenemos entonces una de las lecturas del título de la película y por supuesto,
nuestro antihéroe, deberá enfrentar no sólo el riesgo de la guerra sino también
las complicaciones que le significarán los aliados mafiosos del padre de
Carmelo en Crisafullo.
En lo que hace a
esta trama, resulta interesante la manera como presente a los distintos
personajes de la misma, congelando el movimiento de estos en el momento
del brindis y posando la cámara en un
primer plano sobre cado uno, como si se nos contara quien es cada quien en una
foto. Por otro lado, se representa a la mujer desde la mirada del hombre como
la mujer idealizada e inalcanzable, no sólo al darle el nombre de Flora, que
significa flor y es la Diosa de la primavera, y a quien la puesta en escena
siempre identificará con vestidos con estampados de flores; sino también por la
inferioridad de clase económica del pretendiente. Y al proponer a un Arturo de
carácter poco varonil y más bien payasesco con su aire tímido y su torpeza
física, como cuando intenta sacar una auto-foto romántica en el puente de
Brookling o cuando tropiece rompiendo los platos al enterarse del compromiso de
su amada, el director deconstruirá el estereotipo del galán conquistador de
mujeres.
En lo que hace a
la trama bélico-política, el objetivo de los americanos de liberar a Europa de
la tiranía del nazismo y del fascismo, no puede realizarse sin la ayuda y
negociación con italianos residentes en EEUU, que pudieran tener contactos de
influencia en su tierra natal, de ahí que la administración Roosevelt entre en
connivencia política con la Mafia, representada por el capo Lucky Luciano,
preso en ese entonces por proxenetismo desde 1936. Los italianos inmigrantes de
EEUU aportarán al ejército estadounidense informaciones diversas sobre Sicilia,
ya sea datos del territorio, o nombres de influencia. Interesante recurso será
el pasaje desde el zoom de una foto en blanco y negro de las costas de
Crisafullo, al color para trasladar la acción hacia Sicilia.
Allí tomará
desarrollo la trama social, mostrando las costumbres de ese pueblo y la vida
que llevan signada por la hambruna y las contantes corridas al refugio para
resguardarse de las bombas. Esta situación social está muy bien marcada por el
montaje que pasa de la caída de las bombas en el pueblo, a la caída de unas
papas en un bowl en la cocina del restaurant donde trabaja Arturo. Interesante
y desopilante serán también las disputas en medio de las corridas al refugio
antiaéreo, por quién pasa primero: si la estatua del Duce o la de la Virgen,
que en el fondo expresa quien toma más protagonismo en el fervor de los
italianos, si la pasión fascista o la religiosa. Y que la Madonna quede
destrozada por las bombas aliadas anticipa que lo americanos no vienen a traer
precisamente ninguna paz ni salvación. Los personajes que irán llevando
adelante esta trama son, por un lado un dúo cómico muy simpático, que por su
condición representan a los parias, a los desclasados y excluidos de la
sociedad; y está integrado por Saro (Sergio Vespertino), que es ciego, y Mimmo
(Maurizio Bologna), que es rengo. Ellos se apoyarán en el “slaspstick” para dar
vida a los gags (como por ejemplo en la escena donde el ciego sea la “tecnología
de vanguardia” empleada en el pueblo para detectar la llegada de las bombas, o
en la escena irónica donde buscando comida, se topen con los cuerpos de
soldados muertos e intenten apoderarse de las botas de un paracaidista que
yazga colgado de un árbol). Y por otro lado, tendremos la historia de
Sebastiano (Samuele Segreto), un niño que espera el regreso de su padre desde
el frente de guerra alistado en las tropas del bando de Mussolini. La familia
de Sebastiano se compone además, de su madre Teresa (Stella Egitto) y de su
abuelo Agostino (Antonello Puglisi), un fascista devoto, que tiene en su
armario una estatua del Duce a la cual le reza, implorando protección para su
hijo en la guerra. Es interesante cómo el director marca la decepción del
pueblo italiano con la figura fascinante del Duce, a través del personaje de
Agostino, que pasará de la devoción al odio, arrojando su estatua por la
ventana, la cual quedará colgada boca abajo entre las sogas donde cuelga la
ropa, preanunciando el destino final que tuvo el cadáver de Mussolini, vapuleado
por las masas en la plaza pública.
La llegada de
Arturo a Crisafullo, volando encima de un burro, en una misión de rescate
grotesca al teniente Phillip Catelli (Andrea Di Stefano) tomado como rehén por
un campesino, es una parodia al típico héroe bélico de western americano, bien
dotado en su caballo y preciso como máquina de matar. Por otro lado, la imagen
se presta al chiste metafórico de igualar al burro con el Duce. Que fracase la
misión, y tanto Catelli como luego
Arturo, queden prisioneros por el padre de la muchacha en cuya cama cayeron con
sus paracaídas, debido a la mancha moral de no poder casarla; como también el
episodio en el cual un hombre debe llevar la camisa negra de luto al menos
7 años para evitar las malas lenguas, le servirá al director para
contraponer la moral puritana de las buenas costumbres italianas, con los
abusos de poder y la violencia mordaz ejercida por la mafia, que también es la
contracara de la idiosincrasia italiana.
Las distintas
tramas se irán entrelazando a partir del encuentro entre los distintos
personajes y los vínculos se darán en términos intercambios de favores. Todo se
cumple, siguiendo a los Beatles: “Con una pequeña ayuda de mis amigos.”, donde no
siempre priman las buenas intenciones.
En el caso de la
relación entre Catelli y Arturo, el favor será que Arturo lo ayudará como
intérprete del dialecto siciliano, a cambio de recibir la chaqueta del teniente
de Catelli para presentarse con nivel jerárquico que le asegure el éxito en el
pedido de mano ante el padre de Flora, mientras éste se encuentre en su lecho de
muerte. Entre ambos personajes se irá forjando un vínculo afectivo, pues el
teniente Catelli representará para Arturo una cierta figura patera. Será ciertamente un guía para él, que se
apoya el hecho de estar en un rango superior en la jerarquía del ejército y en
su actitud consejera en lo que hace al pedido de mano que quiere encarar no sin
temor a fracasar.
Hay otro elemento
que valida le lectura del personaje de Catelli, como figura paterna. Se trata
de la carta. El pequeño Sebastiano, se refugia en la carta que le enviara su
padre desde el frente de guerra y ella contiene la letra de una canción popular
en inglés que su padre le solía cantar pero que ha sido borrada por la censura
fascista. Sebastiano intentará que algún soldado americano que la sepa, se la
cante. Y será Catelli quien la conozca y se la cante, enfatizando el mensaje de
la canción al niño, que es que depende de la acción de uno, poder cambiar el
curso de las cosas. Catelli evoca al padre de Sebastiano en este acto, y esto
coloca a los personajes de Catelli, Sebastiano y Arturo en una serie, de la
cual derivará que hacia el final ya no se trate de evocar la carta con la
transmisión que se recibió del padre, sino de que Arturo haga llegar a
destinatario la carta escrita por ese que representa para él como un padre, realizando
un acto ético de denuncia de las atrocidades perpetradas por el ejército
americano.
En esta alianza,
vale la pena resaltar las connotaciones del nombre el protagonista. Arturo significa
“guardián de la osa”, lo que lo sitúa en la línea del protector de Flora,
buscando rescatarla de ese compromiso sin amor arreglado por el tío de ella, y
a la vez resuena con la leyenda celta del Rey Arturo, diestro en las artes de
la guerra, pero que creía en un mundo ideal, donde las decisiones políticas se
tomarían en paridad, de ahí que instituyera a “los caballeros de la mesa
redonda.” Esta segunda línea de sentido, emparienta a Arturo con Catelli. Ambos
son personajes nobles, pero mientras que Giammaressi está cegado por su causa
de amor, Catelli encarna al soldado americano con ideales, que se enroló en el
ejército por “amor a la patria”, por la deuda que tiene con ese país que lo
alojó (aquí está la otra línea desde la cual pensar el título) y que sería el
personaje que encarna algo de este mito, pues de veras le preocupa que la
actuación de su país en Sicilia signifique liberar de la opresión al pueblo de
esa tierra. Será Catelli quién le abra los ojos a Arturo, respecto de lo que
socialmente está ocurriendo con su país.
Es interesante
señalar que el despertar de Arturo no ocurrirá por seguir las palabras de
Catelli, ni por un análisis crítico de la realidad. Arturo es un hombre simple,
que trata de salir adelante en la vida, busca un porvenir en una nueva tierra y
conquistar a una bella dama para sentar las bases de una familia. Es el hombre
medio, que sólo se centra en sus intereses particulares, sin tener una
conciencia de clase y que se mantiene al margen de la militancia política. De modo
que su despertar se dará al enfrentarse directamente con los horrores de la
guerra y de la mafia, esto es, tras la muerte del padre de Sebastiano y de
Catelli. Esta situación nos evoca al personaje de “Sostiene Pereira” (Roberto
Faenza, 1996) adaptación de la novela homónima del escritor Antonio Tabucchi.
Si bien está enmarcada en otro contexto político (el ascenso el régimen
fascista del Gral. Franco), aquí el Dr. Pereira, un hombre mayor enfrascado en
sus cavilaciones filosóficas sobre la muerte,
la columna de necrológicas del diario que dirige y en el duelo respecto
de su esposa, sólo puede realizar un acto ético- político al enfrentarse
directamente a lo real de la muerte del joven Monteiro Rossi a quien veía de
algún modo como al hijo que no tuvo.
Otra de las alianzas
en el intercambio de cambio de favores será la que se sellará entre el mayor
Maone (Vincent Riotta), delegado directo el Presidente estadounidense en cargo,
y Don Caló (Maurizio Marchetti),
contacto influyente señalado por
Lucky Luciano. Don Caló se ocupará de que las tropas americanas entren a
Crisafullo como panchos por su casa, sin tener que efectuar un solo disparo. De
este modo, venderá su lealtad a los americanos, a cambio de obtener cargos de
poder político en la nueva administración cuando se cumpla la “liberación” del
fascismo prometida. Se sellarán así las “relaciones carnales” entre Washington
y la Mafia siciliana. Y que hable de relaciones carnales, viene a cuento de la
comparación que es efectuada explícitamente en la película, entre la
“conquista” de Sicilia y la de una mujer.
Aquí la metáfora sugiere una mujer que se deja tomar por el hombre viril,
héroe americano, pero que adopta una pasividad aparente, pues lo hace a cambio de
obtener en ese acto “los regalos” que realmente la seducen. Es este modo de vínculo
el que plantea también Carmelo con Flora al tratar de conquistarla con lujo y
dinero, a cambio de acceder a su cuerpo. Se trata de una modalidad del amor
masculina y de ahí que Flora lo rechace una y otra vez, pues desde la modalidad
del amor femenina son las palabras de amor las que verdaderamente tocan el
cuerpo de una mujer. Y esto Flora lo tiene bien claro.
Merced a esta
alianza, la mafia siciliana se consolidará como un poder cuasi feudal, con
poder decisión sobre cada acto de la vida de los sicilianos, incluyendo la vida
y la muerte. La mafia se coloca como autoridad máxima y única, desplazando al
Duce y al mismísimo Dios católico, que eran el orden anterior, como lo recorta
la puesta en escena con la competencia ya mencionada entre la estatua de la
Madonna y del Duce, o la imagen pendular entre una pintura en la pared del Duce
y de una Cruz, mientras Don Caló declare que en esa tierra es él quien decide como
amo y señor todopoderoso. Así el
director desnuda y cuestiona la política exterior estadounidense, que tras la dulce idea de liberar a los pueblos
oprimidos, en realidad sólo realiza sus propios negocios, sustituyendo un poder
totalitario por otro más moderno en sus formas, pero igualmente miserable para
la gente.
Si bien puede
resultar algo abrumadora por momentos para el espectador, por la dispersión de
las tramas, el elenco coral y la cantidad de subrayados, la película de PIF;
logra varios pasajes muy interesantes al emplear el absurdo, la ironía y el
malentendido del lenguaje de manera eficaz y dinámica, apoyándose
principalmente en las intervenciones de pintorescos actores secundarios. De
este modo logra amalgamar el entretenimiento y denuncia socio-política, con la
virtud de no eludir para el espectador las resonancias que los efectos de la
política exterior americana, continúa teniendo en el presente cada vez que pregona
la consigna de libertad en cada nueva incursión que realiza en los países de
Medio Oriente.
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