De lo sublime a lo ridículo, no hay más que un sólo paso:

 


 Si la segregación, el hecho de que un elemento sea excluído, es aquello que permite armar el conjunto de “Todos”, por ejemplo “Todos los argentinos”; el narcisismo de las pequeñas diferencias se da a partir de rasgos diferenciales al interior de un mismo conjunto. En el caso que nos ocupa, la película del realizador italiano Mario Martone titulada El rey de la risa (Qui rido io, 2021), estas cuestiones se juegan en el terreno del teatro, donde vemos que no es inusual que el narcisismo de las pequeñas diferencias empuje en ocasiones hacia la segregación de cierto dramaturgo o de cierto subgénero a su expulsión de dicho campo.

La película abre con un hombre en su camarín que se maquilla frente al espejo, antes de salir a escena para interpretar a su personaje más aclamado por el público y ya plantea mediante la reflexión de la imagen en la superficie espejada uno de sus temas: la duplicación, persona y personaje, original y copia. Se trata del famoso dramaturgo napolitano Eduardo Scarpetta (Toni Servillo), a quien vemos en la cima de su carrera como lo hacen saber los aplausos del público en su salida a la escena y la música clásica del comienzo que plantea un clima de apoteosis. La acción se sitúa en Nápoles entre fines el siglo XIX y principios del siglo XX y esta ficción biográfica en clave de tragicomedia, recorre el camino hacia la caída y la posterior redención de Scarpetta. 

En paralelo a su derrotero profesional, el director retrata la intimidad de la estrella. Viniendo de un origen humilde, ahora ha construido una suerte de imperio, gracias al éxito de taquilla de sus obras de comedia. Patriarca en su suntuosa casona, espera transmitir su legado a sus varios hijos. La doble vida del protagonista se juega en este terreno entre los hijos legítimos y los bastardos, a quienes cobija y alienta en la pasión teatral aunque no los reconozca legalmente. El director trata estas escenas con una puesta en escena de estilo de la Belle Epoque, estableciendo así un clima de barroquismo cortesano y liberalidad sexual decadentista y grotesco, donde se cifra la marca de origen social humilde del protagonista. El personaje es presentado así con sus valores y sus miserias. 

La escisión entre la apariencia y la interioridad, está también trabajada mediante el uso del color de predominio del rojo que sitúa la pasión vocacional como vincular con sus diversas mujeres, la cual contrasta con el azul de tinte triste de los orígenes que se coagula en los retratos que se erigen en la mansión. En cuanto a la iluminación, predomina en interiores lo oscuro y apagado del detrás de escena, cargado de mortificación; que se contrapone con la alegre luminosidad de la escena teatral y de las escenas del pequeño Peppino (uno de sus hijos bastardos) en el campo, entre animales y juegos en libertad, que contrastan con ese legado a seguir que parece una cárcel.

En la parada de su gira teatral en Roma, Eduardo asiste con su compañía a ver el drama teatral El hijo de Iorio, adaptación del texto del maestro de las letras poéticas Gabriele D’Annunzio. Aquí el director emplea el recurso de plantear subjetivas en clave cómica de la escena que Eduardo visualiza en su imaginación, mientras que en el contraplano las lágrimas de quienes lo acompañan se oponen a su rostro sonriente como efecto de lo que está imaginando. Scarpetta se dispone a realizar la parodia de dicha obra y concurre a entrevistarse con el prócer de las letras italianas para pedirle su autorización. La escena del encuentro está planteada con la clave de cierta paradia del terror, pues lo recibe de noche en una suerte de mansión-castillo lúgubre, en medio de una lluvia torrencial y descendiendo desde el piso alto para recibirlo, con una pose amable pero al mismo tiempo inquietante que evoca la tentación del diablo. Efectivamente, Eduardo toma la autorización de palabra de D´Annunzio y éste será el puntapié de la traición que sus envidiosos colegas dramaturgos urdirán en el estreno de la obra, sembrando el escándalo y llevándolo a juicio por plagio. Aquí cobra potencia simbólica la escena que lo toma caminando de espaldas por una callejuela, en absoluta soledad y descendiendo una escalera (abandono y ocaso, tras la gloria), con cierta aura de inspiración claplinesca en su andar y su atuendo.

 

El debate en el estrado gira entonces entre los puristas de las letras que consideran a la comedia y especialmente a la parodia como un arte menor y superficial respecto a los verdaderos pesares de la vida que traduce el drama y Eduardo Scarpetta que ensayará su defensa ejecutando, a través de su personaje, la parodia del propio proceso legal y revelando así la artificiosa teatralidad que subyace en él. Lo que se trata de dirimir es si la parodia es una falsificación de la tragedia, o si es un género por derecho propio y autónomo y Scarpetta defiende su obra en acto, pues sabe que de lo sublime a lo ridículo, no hay más que un sólo paso. Drama y comedia paródica son dos caras de la misma moneda, anverso y reverso de la misma estofa, pero la torsión deformante y bufonesca supone una manipulación del texto original que lo transforma en algo nuevo. La parodia cómica, como muestra la película en su tramo final, hace surgir el objeto irrisorio y banal que somos y que se esconde tras las imposturas imaginarias de lo serio, lo armónico y lo decoroso que las convenciones sociales instituyen como moralmente aceptables en una determinada época. En definitiva, no hay artes mayores y menores (esta es una distinción basada en la moral), hay las artes en su variedad y muchas veces necesitamos de lo cómico como artificio para no quedar atrapados bajo el peso melancolizante de la tragedia inherente a la condición humana.

En suma, la película también permite una reflexión sobre el ejercicio de la crítica, que no está exento de una dimensión ética que pondere la obra en su funcionamiento como artificio estético que intenta cernir o hacer resonar el vacío que habita en nuestra existencia.


Ficha técnica:

Dirección: Mario Martone

Guionistas: Mario Martone – Ippolita Di Majo

Elenco: Toni Servillo – Maria Nazionale – Cristiana Dell’Anna

País: Italia (2021)

9na Semana de Cine Italiano en Buenos Aires





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