Entre el propietario y el artista:

 


El prólogo de la película nos presenta imágenes costeras que nos transportan a la ciudad balnearia de Piriápolis (Uruguay), al tiempo que la voz en off lee un pasaje de un libro en clave de utopía fantástica que da cuenta de la concreción de la ciudad ideal soñada por su creador en el futuro. Este comienzo del El mundo entero (2020) del realizador argentino Sebastián Martínez, pinta uno de los rasgos más característicos e interesantes del polifacético Francisco Piria: su espíritu de artista y de visionario adelantado a su tiempo.

Desde el punto de vista formal, el documental va organizando su trama tomando como punto de partida la pregunta del narrador acerca de cómo fue posible levantar una ciudad de la nada en medio de la nada en la Uruguay de fines del siglo XIX. La voz en off del narrador, que expresa su curiosidad y sus impresiones, vertebra un relato, que se acompaña, por medio del montaje, de imágenes de archivo fotográfico o fílmico de la época que se intercalan con imágenes actuales y con los testimonios de distintos especialistas que estudiaron la historia y la obra de Piria en sus diversas facetas o de quienes lo han conocido directamente, como su bisnieta: Olga Rinaldi.

En cuanto a su vida, se nos cuenta que fue el hijo de un matrimonio de inmigrantes genoveses y que cuando muere su padre a los 5 años acontece el episodio crucial que marcaría su vida. La madre lo envía a Italia al cuidado tutelar de un pariente jesuita, quien le transmite los misterios de la alquimia. De regreso a Montevideo, evitando el servicio militar obligatorio en Italia, el joven ya muestra sus habilidades como emprendedor y hábil publicista: tanto en los remates que realizaba en el Mercado Viejo, como con su compañía de parcelamiento y venta de terrenos que revolucionaría la ciudad.

Esta actitud visionaria en lo comercial, se continua luego con su instalación en la zona del Cerro Pan de Azúcar, fundando la cantera de granito para la producción de adoquines que abastecería a las dos orillas del Rio de la Plata, y una empresa vitivinícola, cuyo brandy promocionaba como benéfico para la salud.

Pero más interesante es detenerse en las construcciones diseñadas por Piria que nos presenta el documental, entorno a las cuales construiría su propio mundo utópico (con total independencia del Estado) y que lo pintan como un personaje pintoresco, pero no por ello, sin contradicciones.

 


Todas las construcciones emblemáticas de Piriápolis: el Castillo, la Fuente de Venus, la Iglesia y el Gran Hotel Argentino, por su ampulosidad y exotismo aparecen como fuera de tiempo y lugar. Llevan la marca del artista excéntrico, que emula a ser una suerte de Dios con sus creaciones y que apunta a la trascendencia. En este punto, el misterio de sus obras se puede relacionar con la de emblemáticos edificios porteños como el Palacio Barolo o el Kavanagh, por mencionar algunos.

El Castillo, por su ubicación estratégica en términos comerciales, representa la faceta polémica y menos interesante de Piria en tanto empresario. Desde esta perspectiva, fue una suerte de señor feudal que dispuso las reglas de su universo, que fue amo y patrón de sus habitantes. Pero al mismo tiempo, si lo tomamos en términos arquitectónicos nos muestra un aspecto más interesante.

Toda obra de arte en tanto sublimación es una creación ex-nihilo. La arquitectura, como las otras artes, se construye a partir de la nada y es un modo de cercar, de bordear un vacío, que instala la posibilidad de un adentro y un afuera. Es la instauración de un símbolo.

Tomar a Piria como en su faz artista es uno de los aciertos del documental, ya que permite al documental, instalar su figura como un misterio, como alguien que no se deja clasificar fácilmente, que más allá del aparente goce del propietario, participa de un goce otro.

Las emblemáticas construcciones de Piria tanto desde su composición, como desde su ubicación espacial, como en sus ornamentos, están plagadas de enigmáticos símbolos que invitan a ser leídos, a otorgarles una significación. En el documental, varios especialistas leen dichos símbolos (muchos de los cuales hoy han sido mutilados o desaparecieron) con relación a su práctica de la alquimia.

Pero también estas construcciones y sus adornos, más allá de lo que signifiquen, son monumentos que portan las marcas de un estilo, de una manera de vivir la pulsión que tanto en el esplendor sublime de su belleza o de su corrupción por el paso del tiempo, destilan un efecto poético que conmueve. En este sentido, la magnificencia de las construcciones de Piria, su perennidad hacen resonar en cada uno el sentimiento de finitud que nos habita y nos constituye.

Hacia el final del documental, Martínez nos acerca a la aspiración a la trascendencia y la eternidad que pulsa en las obras arquitectónicas de Piria, algo que claramente ha logrado porque sus construcciones siguen en pie y siguen siendo admiradas por los viajeros curiosos que llegan hasta la ciudad balnearia. Y dejar abierto el enigma de las leyendas populares sobre el aspecto esotérico y místico de Piria, sitúa al documental como una propuesta interesante. Martínez se interna en la vida y obra de este pionero y artista soñador, sin pretender clausurar desde la acumulación de saberes académicos la inagotable riqueza y complejidad de su personaje. No hay tal mundo entero como cosmovisión cerrada, la singularidad del goce del artista escapa a toda explicación posible.

El único detalle a señalar es que la extraña y enigmática singularidad de este hacedor, no se logra traducir a nivel de las formas, donde predomina la prolijidad técnica y la luminosidad, pero se atisba en ciertos momentos como en el uso de los planos cenitales y en la escena del ritual de la Hermandad del Círculo. 

 


Más allá su formato convencional, el documental de Martínez no sólo es una invitación a acercarse a conocer la vida y obra del creador de Piriápolis para el novato. También es un estímulo para volver a admirar sus construcciones con nuevos ojos, dejándonos tomar por su singular poética donde resuenan las emociones de lo esotérico y lo gótico, que se cuelan en el juego de luces y sombras de sus bellos vitrales.


Puntaje: 7



Comentarios

Entradas populares de este blog

De lo sublime a lo ridículo, no hay más que un sólo paso:

El furioso ocaso del idilio de amor y de familia:

El milagro de la belleza